Una nariz roja. Algo que parece no tener importancia. Nada más lejos de la realidad, pues ahí donde la veis tiene poderes. Si si, como lo escucháis. Tiene el poder de transformar a todo aquel que se la pone y al que está a su lado. Cuando necesites transformar la realidad o quieras tener otro punto de vista, pontela y todo tomara otro cariz más positivo.
Si alguien que te importa está triste, pontela y verás como al instante te regala una sonrisa; Si eres tu la que sientes tristeza, ponsela.
Si un día al levantarte ves que no tienes fuerza, que no sabes que hacer, pontela y mirate al espejo, levanta las cejas y riete de ti misma. El poder rojo te poseerá, seras más ligera y lo transmitirás a todo y a todos. Así que ponsela o pontela.
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Hay una leyenda que cuenta que en las primeras décadas del siglo XX, en un circo alemán trabajaba un mozo de pistas que era un gran bebedor. Cada vez que le tocaba hacer su trabajo, era digno de ver pues era tal el lío que se armaba que el público no paraba de reír a carcajada sonora. Ahora se caía de culo al coger la mesa del mago, se tambaleaba, iba haciendo eses por toda la pista... y de vez en cuando miraba al público sin entender muy bien de que se reían. Se encogía de hombros y se iba haciéndoles una pedorreta.
Si alguien que te importa está triste, pontela y verás como al instante te regala una sonrisa; Si eres tu la que sientes tristeza, ponsela.
Si un día al levantarte ves que no tienes fuerza, que no sabes que hacer, pontela y mirate al espejo, levanta las cejas y riete de ti misma. El poder rojo te poseerá, seras más ligera y lo transmitirás a todo y a todos. Así que ponsela o pontela.
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Hay una leyenda que cuenta que en las primeras décadas del siglo XX, en un circo alemán trabajaba un mozo de pistas que era un gran bebedor. Cada vez que le tocaba hacer su trabajo, era digno de ver pues era tal el lío que se armaba que el público no paraba de reír a carcajada sonora. Ahora se caía de culo al coger la mesa del mago, se tambaleaba, iba haciendo eses por toda la pista... y de vez en cuando miraba al público sin entender muy bien de que se reían. Se encogía de hombros y se iba haciéndoles una pedorreta.
El gerente como buen profesional, contrató a unos actores para que lo imitaran y el número era todo un éxito.
Este pobre hombre se llamaba Augusto y por su alcoholismo siempre tenía la nariz roja. En honor a él los payasos actuales se ponen las narices rojas y se les llaman Augustos.